¿Un niño que no juega? ¿Podemos encontrarlo en alguna parte? Difícil, ¿verdad? El juego es una parte natural del desarrollo infantil que le ayudará a adquirir las destrezas que necesitará para su vida adulta.
Según Sigmund Freud, al jugar, el niño domina sus temores, angustias y problemas internos. Asimismo, representa de manera lúdica aquellas situaciones que le generan placer.
Según la psicoterapeuta Juani Valenzuela, miembro de la Asociación de Psicoterapia de Niños y Adolescentes de Lima, «existen juegos típicos de acuerdo a le edad y maduración del niño». Por eso Freud consideraba ‘el juego de la sabanita’ como un divertimento universal. El hecho de esconderse, desaparecer y aparecer, tiene un significado profundo para manejar las ansiedades de pérdida de la madre, pues en ese momento el niño atraviesa por una etapa llamada ‘posición depresiva’ en la que elabora la necesidad de desprenderse de la relación única con la madre para relacionarse con el padre». De este modo, se establece el triángulo madre-padre-hijo que es la base de las futuras relaciones del individuo con el mundo que le rodea. Al desprenderse de la relación única con la madre y acercarse al padre, se abre el camino a múltiples intereses con el entorno, a la vez que se conecta con personas y objetos cada vez más variados y numerosos.