La gran mayoría de los docentes son gente sacrificada y de genuina vocación, a la que este impiadoso e ineficaz sistema de evaluar sus méritos obliga a ingresar al circuito de acumulación de puntos. Para la burocracia educativa, la dedicación y el empeño que el docente ponga en el aula no cuentan en absoluto. Sólo importa la cantidad de papeles con «puntos» previamente reconocidos.

Por Jorge O. Pozzo

DLM: Un punto harto conocido por las críticas de Docentes Libres al tema del puntaje, o cuasi reválida del título de grado que tenemos que hacer los docentes gestionando un acopio insólito de cursos que no sirven para nada, como si nuestro título no existiera o no sirviera para el ministerio de educación y encima con la promoción del «gran» gremio docente que busca la tercerización de la educación y que apuesta a esta demencial inversión del peor sueldo laboral del país.

09-27c301--archivo_toriggino.jpg_1336306644En el mundo laboral del docente primario y secundario, todo gira en torno al famoso «puntaje docente» que otorga el Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba. De ese puntaje dependen todas las oportunidades de promoción en su carrera. Por ello, prácticamente no hay docente que no esté dispuesto a invertir una parte significativa de su magro salario en pagar por aquellos cursos que han sido bendecidos por el Ministerio con el otorgamiento de una cierta cantidad de puntos, y cuyo dictado por emprendedores privados constituye una lucrativa industria, que tiene a los docentes como mercado cautivo, y que exhibe un largo historial de fraudes y falsificaciones. En última instancia, los más perjudicados son los destinatarios finales del proceso educativo: los alumnos de la escuela pública, cuyo rendimiento cada vez más deficiente es público y notorio.

La gran mayoría de los docentes son gente sacrificada y de genuina vocación, a la que este impiadoso e ineficaz sistema de evaluar sus méritos obliga a ingresar al circuito de acumulación de puntos. Para la burocracia educativa, la dedicación y el empeño que el docente ponga en el aula no cuentan en absoluto. Sólo importa la cantidad de papeles con «puntos» previamente reconocidos.

La industria así creada es tan rentable que, aunque dé vergüenza admitirlo, hasta algunas universidades nacionales integran alegremente el rubro. Un caso paradigmático es el de la Universidad Nacional de Santiago del Estero (UNSE), de la que depende la llamada «Escuela para la Innovación Educativa» (EIE), que actúa en la provincia de Córdoba a través de una franquicia comercial, la empresa CEYFE S.R.L., con doce sucursales en la provincia, y otras tantas en Catamarca, La Rioja y Resistencia. Esta empresa, que ofrece desde cursos cortos de preceptor, asistente gerontológico y otros con «salida laboral», llega a blasonar, para prestigiarse, de convenios de posgrado con universidades privadas extranjeras, cuyos escudos adornan invariablemente sus vidrieras y publicidades.

Pero el núcleo duro de la actividad de CEYFE S.R.L., y su verdadera razón de ser, lo constituye su relación decididamente simbiótica con la Universidad de Santiago del Estero para concretar la venta a plazos de títulos de licenciatura de bajísima calidad académica a docentes primarios y secundarios egresados de instituciones terciarias. Para obtener esos títulos, estos docentes deben pagar 36 cuotas en total a la franquiciada CEYFE. Todo en aras del sacrosanto puntaje, ya que estas licenciaturas otorgan la friolera de 3.000 (tres mil) puntos para su foja de servicios. La oferta incluye tres Licenciaturas: en educación primaria, en nivel inicial (para maestras jardineras) y en conducción educativa (que coloca a su poseedor en ventaja para obtener cargos directivos). La unión UNSE-CEYFE ha llegado a un grado tal, que no podrían existir la una sin la otra: el más paradigmático ejemplo de tercerización de la educación pública.

Como toda industria, tanto la franquiciante, EIE-UNSE, como su licenciataria CEYFE, buscan minimizar costos ajustando a los profesores a cargo de las mencionadas licenciaturas. La EIE-UNSE los contrata como monotributistas (los arquetípicos «contratos basura») y los envía a las distintas sucursales de CEYFE a dictar las asignaturas (pomposamente denominadas «espacios curriculares»). Esta sociedad entre una universidad pública habilitada para otorgar títulos oficiales y una empresa privada interesada en captar la mayor cantidad posible de clientes funciona según la lógica del mercado y ha reducido a papel mojado las exigencias mínimas de calidad establecidas por las resoluciones ministeriales nacionales, cuyo descarado incumplimiento bastardea irremediablemente el título universitario. Seguramente, todo aquel que haya obtenido una licenciatura tras un mínimo de cinco años de arduo cursado en nuestra Universidad de Córdoba, por citar un ejemplo, se asombrará al leer lo que sigue.

El Ministerio de Educación de la Nación autorizó a la UNSE a dictar estas licenciaturas mediante resoluciones que establecen que, además de poseer título terciario oficial, los docentes inscriptos deben completar una carga horaria total de 2.160 horas, y elaborar un trabajo final o tesina. ¿Cómo se implementa esto en la práctica? El inscripto en la EIE-UNSE-CEYFE concurre una vez al mes, un viernes por la tarde (desde las 20 hasta las 22 hs) y el sábado siguiente por la mañana, de 8:30 a 12:30 hs. Es decir, 6 horas semanales, con las que completa cada asignatura o «espacio curricular». Durante cuatro cuatrimestres, esto da un total de 96 horas efectivas de cursado en aula para toda la carrera, cifra irrisoria, inferior al 5% de la carga horaria reglamentaria. No se ha visto aún, como eslogan publicitario, el «Recíbase de licenciado con puntaje oficial en 96 horas»: aunque atractivo, su realismo delataría la poca seriedad del asunto. No obstante, ya son centenares lo que han logrado el preciado título-puntaje, y es enorme el provecho económico obtenido por los socios UNSE y CEYFE.

En tren de minimizar costos, la franquiciada CEYFE sólo aporta locales propios en cuatro de sus sucursales de la provincia de Córdoba; en el resto, por increíble que parezca, se utilizan edificios de escuelas provinciales: el Estado provincial pone su infraestructura al servicio del lucro privado. Así, el escudo de la UNSE se utiliza para lograr dividendos con bajísima inversión. Seguramente las autoridades provinciales ignoran la cláusula 12º del contrato que vincula a la UNSE con CEYFE: «Déjase expresamente establecido que la UNSE no asume responsabilidad alguna de orden civil, penal ni laboral respecto a los espacios físicos y/o infraestructura que se utilicen para el cumplimiento y ejecución de las actividades académicas previstas en esta Acta Acuerdo.» En buen romance, si se cae un techo sobre los cursantes y/o dictantes la responsable es la Provincia de Córdoba. En buen cordobés: a pagar y a llorar al campito.

Este multimillonario negocio beneficia económicamente a los dos socios, la que venden su capital simbólico institucional (la EIE-UNSE) y el que ejecuta la operación en el terreno, CEYFE, y perjudica la calidad educativa provincial, que lo facilita con su propia infraestructura. Semejante aprovechamiento no sería posible si las autoridades provinciales realizaran una evaluación seria y responsable de las condiciones reales del cursado, antes de de otorgar automáticamente el puntaje contra presentación de papelería membretada con escudos universitarios, arte en el que son duchos los hábiles traficantes del marketing educativo.

Las víctimas de esta cadena de lucro son los docentes cordobeses. Progresivamente, la necesidad de no quedar en desventaja frente al resto fuerza a todos a entrar en el circuito, dejando en ello buena parte de su sueldo, y enriqueciendo a los aprovechados oportunistas que cuentan con la necesaria patente de corso y las conexiones para obtenerla.

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