Un niño que empuja a otro para quitarle su avión, una niña que le araña a otra la cara porque no le quiso prestar un lápiz, otro que le grita a la profesora porque no quiere esperar su turno para salir del salón: estos son sólo tres casos típicos de conductas agresivas que se observan con frecuencia en los nidos y jardines de infancia.
Pero, ¿a qué se deben estas muestras de abierta agresividad en niños tan pequeños? En primer lugar, como explica la psicóloga y psicoterapeuta Bertha De Pomar, la agresividad es un instinto que ayuda a una persona en formación a adaptarse a su entorno. Es necesaria para protegerse de un dolor, un miedo o una frustración. El problema empieza cuando ese instinto se convierte en una conducta negativa permanente que daña y dificulta el proceso de sociabilización con otros niños y su ambiente.