«Mañana es la única utopía»

José Saramago

Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo…

¡Qué importa eso!.

Tengo la edad que quiero y siento.

La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.

Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido.

Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos.

¡Qué importa cuántos años tengo!.

No quiero pensar en ello.

Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo.

Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo

que mi corazón siente y mi cerebro dicte.

Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer

lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos

y atesorar éxitos.

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La verdad detrás del espejo

Hola, esto sólo lo va poder entender tu niño interior. Así que apaga tu telerazón y relájate. El espejo te ha visto la cara, te ha hecho creer que razón y verdad son lo mismo, y para nada. Razón es una visión a medias, como la del espejo, y verdad es una visión total, 360 grados.

La vida es un juego, no un enfrentamiento. Los niños la jugamos, los adultos se disputan el marcador, esa es la diferencia.

Cuando estás frente al espejo, al que ven no eres tú. Es un negativo tuyo, porque tienes los ojos al revés y estás viendo hacia atrás. Es como caminar hacia el frente, pero con los ojos en la nuca.

Nosotros creamos la realidad con nuestros pensamientos, eres lo que tú crees que eres.

La razón quiere tenerte con miedo, miedo al ridículo, miedo al ser quien eres, miedo a decir la verdad, miedo a hablarnos de frente, miedo a los exámenes, miedo a crecer. Su juego es que dudes, que no creas en ti.

La verdad es ser. La razón es tener. La verdad es dicha. La razón es preocupación, y preocuparse es rezar, para que suceda lo que no quieres.

Porque todos somos uno, como un tablero de ajedrez donde todas las piezas se mueven al mismo tiempo, y las reinas bailan con los peones. Los reyes son hermanos de los alfiles. Nadie pierde porque todos ganan.

Somos creadores porque somos niños. A poco no te acuerdas cuando hacías travesuras, imaginabas que eras Dios, hasta jugabas en la tierra. Bueno, pues de eso se trata, de volver a jugar en la tierra.

Gracias Rosana