La cultura para la paz y la convivencia ya existe: está en los barrios más pobres de Latinoamérica
Notas para trabajar en la Mesa «Violencia y Cultura: el Fomento de la Paz», del Congreso Iberoamericano de Cultura «Cultura y Participación Popular», organizado por la SEGIB –Secretaría General Iberoamericana- y la Secretaría de Cultura de Argentina, Mar de Plata, Argentina, 15 al 18 de septiembre de 2011.
Para mi intervención en este IV Congreso Iberoamericano de Cultura escribí una ponencia (Medellín, transformación desde la cultura), texto extenso que envié oportunamente a la organización del Congreso, pero a 10 días del evento decidí cambiar de enfoque y de contenido casi en su totalidad, para hacer el mayor énfasis en uno de los apartados que toco en ese primer documento: el de la Cultura Viva Comunitaria, el de las experiencias culturales barriales.
Son 2 las razones para este cambio de ponencia:
1. En este tema de cultura y paz, es hora de conocer y reconocer, y apoyar y aupar y potenciar, y nombrar profusamente, las múltiples experiencias de organizaciones comunitarias y culturales que desde su trabajo solidario y desde su presencia en los barrios más pobres de nuestra Latinoamérica han venido trabajando sin el Estado, a pesar de el Estado o incluso contra el Estado, construyendo convivencia en sus territorios, convirtiendo su trabajo diario, durante años, en resistencia pacífica contra todas las violencias.
2. He recibido correos de organizaciones culturales, especialmente de Argentina, en las que convocan a un ContraCongresoCultural paralelo a este Congreso Iberoamericano de Cultura. Y esa convocatoria la hacen, precisamente, porque se sienten apartados, no reconocidos (des-conocidos), porque sienten que su voz no está presente. Quiero hacer presente esas voces, o al menos, intentarlo desde lo que he trabajado y desde lo que he conocido.
«El hecho de tener más de 200 niños, niñas y jóvenes en nuestra escuela cada semana nos permite mostrarles otra forma de vivir la calle a través del arte y la cultura. La violencia existe en todas partes y aquí lo que se ha generado es una alternativa de vida…otra opción» Henry Arteaga, rapero, barrio Aranjuez, Medellín
En Medellín, de donde vengo, he repetido que lo contrario a la inseguridad no es la seguridad, o al menos no lo que siempre hemos llamado seguridad: policía, cámaras de vigilancia, operativos militares. Digo y repito, en medio de un contexto durísimo de país y aún de ciudad, que lo contrario a la inseguridad es la convivencia.
En Medellín nos hemos propuesto en los últimos años que todo lo que hagamos tenga como resultado la convivencia. La convivencia tiene que ser proceso, producto, resultado e indicador.
Con matices, y siendo Colombia y México y Venezuela tal vez hoy los ejemplos peores de esas violencias urbanas, seguidos de cerca por Honduras y Guatemala, toda Latinoamérica tiene hoy graves conflictos sociales, resultado de juntar la suma de inequidades y exclusiones con la suma de todo tipo de situaciones delincuenciales, organizadas y espontáneas, muchas de ellas derivadas del narcotráfico con todas sus aristas.
Cómo enfrentar la inseguridad ciudadana es la pregunta de moda, y las respuestas son de todo tipo. Yo mismo escribí, en noviembre de 2010, un menú de 20 respuestas cortas a esa pregunta, como parte de una frustrada (y bastante frustrante) precampaña a la alcaldía de Medellín:
1. Lo contrario a la inseguridad no es la seguridad sino la convivencia.
2. La convivencia se construye con proyectos de urbanismo social, con acciones de mejoramiento integral de los barrios más pobres, con estrategias de educación ciudadana, con intervenciones de calidad en la educación formal, con una gran apuesta por la cultura y, en especial, por la cultura comunitaria, esa que se hace todos los días desde los barrios (y que se ha hecho casi siempre sin el Estado, a pesar del Estado y contra el Estado), con un gran trabajo de comunicación pública y con la concertación y conjugación de esfuerzos entre los gobiernos nacional, regional y municipal, y de éstos con la comunidad, las universidades, las ONG, las empresas privadas.
3. La convivencia no es un asunto solo del gobierno, ni del Estado: debe ser un asunto colectivo, un reto colectivo.
4. El Estado se forma en el barrio: el Estado debe llegar a todos los lugares, no puede haber lugar de la ciudad sin una fuerte presencia, integral, del Estado.
5. Pequeñas obras físicas contribuyen mucho al mejoramiento de la seguridad: mantenimiento de zonas verdes, pintura de fachadas (y mejor: impulso a muralistas y grafiteros para que se intervengan muros y fachadas de sectores estratégicos en barrios y en calles del centro), arreglo de andenes y calles, excelente alumbrado público (y, en especial, iluminación de calidad para zonas de circulación de peatones), cambiar muros externos por otro tipo de cerramientos con jardines, flores, mobiliario urbano, obras de arte (los andenes con muros se vuelven peligrosos, otro tipo de cerramientos, más amables, mejoran la seguridad y también la percepción de seguridad).
6. Hacer animación urbana en los espacios públicos: que los parques y otros espacios públicos sean escenario permanente de actividades culturales, deportivas y recreativas, que haya vida en esos espacios. El espacio público debe ser el espacio de la convivencia: hay que seguir avanzando también en un cambio del espacio urbano, que permita la reconfiguración de algunos barrios, de algunas comunas.
7. Ubicar venteros estacionarios (de revistas, periódicos, dulces, artesanías, etc.) en espacios públicos de alta circulación y que la gente percibe como solos y como inseguros. Los venteros se convierten en habitantes de esos espacios, en cuidadores, en garantes de seguridad.
8. Es fundamental el fortalecimiento institucional y el afianzamiento de la ciudadanía: un gobierno, un Estado, más organizado, más fuerte, más integral. Una comunidad más participativa, más afianzada en su tejido social.
9. Hay que profundizar y continuar los programas de hondo calado social, que apuntan a superar los grandes problemas estructurales: educación, cultura, bienestar social, desarrollo social.
10. Hay que volver permanentes y universales desde la educación inicial, y con mayor énfasis en la educación primaria, los programas de formación en habilidades para la vida (prevención de consumos indebidos, prevención de violencias, hábitos de vida saludables, etc.).
11. Hay que generar un conocimiento y reconocimiento amplio de la ciudad y de sus barrios: que las y los habitantes conozcan bien su propio entorno, que sean concientes de su geografía física, de su geografía social y de su geografía humana. Uno no puede amar lo que no conoce, y conocer es el primer paso para valorar, para apropiarse.
12. Hay que diseñar programas permanentes y colectivos que conduzcan a generar la cultura del respeto a la Ley, con excelentes estrategias de comunicación, innovadoras, creativas.
13. Los delitos de cuello blanco (la corrupción, el principal) alientan otro tipo de criminalidad, por el mensaje que mandan del «todo vale» y de la impunidad. Una política pública de transparencia, y acciones muy efectivas contra la corrupción, mandan un claro mensaje a la comunidad.
14. No podemos dejar que la mafia, que la delincuencia, copte el poder político.
15. Así como el aparato criminal es flexible, hay que lograr que las respuestas del Estado sean flexibles, adaptables, dinámicas: muy difícil combatir a la flexibilidad y dinámicas del crimen organizado con aparatos burocráticos, pesados
16. A la oferta permanente que hacen en los barrios más pobres las bandas criminales, hay que oponer la oferta institucional más completa y accesible. El Estado tiene que tener un abanico muy amplio de oportunidades para la población más vulnerable, en especial para la población joven más vulnerable.
17. Hay que hacer un análisis permanente, propiciar el debate público y tener mejores mecanismos para la gestión de la información sobre seguridad.
18. Las cifras de homicidio no pueden ser ni la obsesión ni el único parámetro para medir avances, fracasos y resultados.
19. Hay que diseñar mejores métodos policiales (el Plan Cuadrantes, de reciente implementación, es un buen ejemplo de nuevas estrategias de seguridad barrial) y también hay que implementar ajustes en el sistema de justicia para enfrentar todo tipo de economías ilegales.
20. Y hay que entender, de una vez por todas, algo que repito en todo lado: Medellín no es una isla encantada en medio de un país en conflicto. Entender y entendernos en este contexto es necesario para poder dimensionar cuáles son realmente los alcances posibles de nuestras políticas de convivencia y seguridad.
En ese menú dejé apenas enunciado, en el punto 2, lo que en estas notas voy a sustentar: que el trabajo cultural barrial es una gran estrategia para enfrentar las violencias en esos mismos barrios. O dicho en positivo: La cultura para la paz y la convivencia ya existe: está en los barrios más pobres de Latinoamérica, y se basa en las acciones de Cultura Viva Comunitaria.
«SonBatá, en la Comuna 13 de Medellín, la comuna más famosa del país por sus violencias, es una respuesta musical, filosófica e ideológica a un barrio, a una comunidad donde es más fácil tener un arma que un instrumento musical, en donde es casi imposible fantasear con ser un gran artista. SonBatá es un combo, sí, pero de la vida.
Cargado de municiones, su arma es una sola: música al rojo vivo» Revista Shock, Colombia
Plataforma Puente:
Plataforma Puente es eso, precisamente, una plataforma continental para tender puentes entre ciudades y países, y entre barrios de esas ciudades y países, y entre organizaciones barriales y culturales de esos barrios de esas ciudades y países. Plataforma Puente nace de una mezcla deliciosa de varias redes: de la Red Latinoamericana de Arte para la Transformación Social, que se coordina desde Argentina y que tiene en 11 países del continente sus amarres. De ALER, la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica. De la Red Articulación Latinoamericana: Cultura y Política. De la Red Latinoamericana de Teatro en Comunidad. De ABRA, la Red Brasileña de Arte Educadores. De la Red Latinoamericana de Gestión Cultural
Plataforma Puente es hoy la impulsadora de una Política Continental de Cultura Viva Comunitaria, que pretende cosas simples. La más simple, la presupuestal: que los gobiernos nacionales y locales destinen el 0.1% de su presupuesto a apoyar y fortalecer los proyectos culturales barriales (el cero punto uno, entiéndase bien: tan solo el cero punto uno, que para el caso resulta ser una apuesta ambiciosa).
Y otro objetivo bastante simple de esta campaña Latinoamericana: que se conozcan y reconozcan, que se valoren, los muchísimos proyectos culturales que ya existen en los barrios más pobres de nuestros países. Y utilizo la palabra «pobres» para que nos entendamos más claramente. No utilizo eufemismos de moda: carenciados, vulnerables, marginados, excluidos del desarrollo, invisibilizados, y varios etc. Digo pobres para dar cuenta de barrios donde vive gente en situación de pobreza económica, gente que o no tiene ingresos o que los ingresos que tiene no le alcanzan para vivir.
En Plataforma Puente se hace realidad eso de que juntarse con otro equivale a sumar 1 + 1 + los 2 juntos. Cada organización es singular, con su propio enfoque poblacional, territorial, político, cultural. Y la suma de cada una de esas organizaciones con todas las demás, o con algunas de todas las demás, da a su vez una serie infinita de singularidades, de construcciones colectivas, de proyectos comunes, de sueños compartidos.
El Culebrón Timbal, Catalinas Sur, Circuito Barracas y Crear Vale la Pena, entre muchas otras en Buenos Aires, haciendo visible las otras realidades de esa que en alguna época se sintió una ciudad no Latinoamérica.
Centro Cultural Playa Ancha, Karukinká, Ciklos, de Chile, generando encuentros entre mundos diferentes que comparten los mismos territorios.
Teatro El Galpón, El Picadero, Mundo Afro, Traful, Canelones de Muestra, trabajando por la construcción de nuevos sentidos en ese territorio extraño de la República Oriental de Uruguay.
Teatro Trono, de El Alto, en Bolivia, construyendo nodos culturales de recuperación y proyección de memorias, en una experiencia que debería conocerse mucho más.
Pombas Urbanas, Casa das Palmeiras, Fuera del Eje, Proyecto Axé, de Brasil, con su trabajo comunitario que indaga en las profundas realidades de las favelas pero también en los nuevos símbolos urbanos de las megaciudades brasileras.
La Tarumba, Teatro Vichama, Teatro Arena y Esteras, El Averno, Somos Cultura, en Lima, haciendo del trabajo comunitario una construcción colecita por un país diferente, que crezca también en equidad y en inclusión.
TNT en San Salvador, y Teatro Los Volcanes en Chiapas, y Guana Red en toda Costa Rica, y Caja Lúdica en Guatemala, y Arte Acción de Honduras, colectivos populares, con altísima participación de jóvenes, haciendo lo imposible, tejiendo redes y relaciones, construyendo caminos propios por fuera de los circuitos oficiales. Y contando sus propias realidades.
Nuestra Gente, Platohedro, Son Batá, Convivamos, Élite Hip Hop, 4 Elementos, JKE Peligrosos, Escuela de Hip Hop Kolacho pasos que no son en vano, Elpuentelab, Centro de Desarrollo Cultural de Moravia, en fin, una lista larga de organizaciones y proyectos en Medellín, que dan cuenta de un trabajo de años que se mantuvo a pesar de las violencias más duras del mundo en sus propios barrios, violencias que mataron y matan incluso a algunas de las personas que desde esos colectivos han soñado y realizado sus sueños con y desde la cultura, organizaciones, experiencias y proyectos que han salvado a esos sus barrios, en Medellín, de la hecatombe de la desesperanza, de la hecatombe de las ausencias, de la hecatombe de los miedos.
Detrás de esos nombres hay muchas emociones, mucha creatividad, mucha creación, mucha calidad, muchísimos esfuerzos, enormes resistencias y persistencias. Y sobrevivencias, muchas sobrevivencias. Y muchas, muchas expectativas, muchas ganas, muchos compromisos, muchas ilusiones.
Y, también, detrás de esos nombres, hay muchas soledades gubernamentales.
No soledades a secas, porque en cada uno de esos espacios, de esos Puntos de Cultura para usar la bellísima y muy justa denominación que da Brasil a este tipo de experiencias y proyectos, se da todo lo contrario a la soledad: se da la reunión de la gente, se da el encuentro ciudadano, se da el goce compartido, se da la comunión de ideas y de ideales, se da la discusión y el debate abierto desde diferentes formas de pensar y de asumir y de enfrentar. Se da el barrio y se da la comunidad, que es todo lo contrario a la soledad.
Pero sí se da la soledad gubernamental, porque en la mayoría de esos casos las organizaciones culturales barriales y comunitarias han trabajado sin una política pública que los acoja, que los reconozca, que los visibilice, que los aproveche, que los potencie, que los fortalezca. Y, en consecuencia, en la mayoría de esos casos esas mismas organizaciones barriales y comunitarias han trabajado sin los presupuestos necesarios para consolidarse, para expandirse, para proyectarse mucho más, para seguirse construyendo desde nuevas lógicas, desde nuevos espacios de encuentro y de aprendizaje.
Y, mientras tanto, la sociedad –una buena parte de nuestras sociedades en nuestro continente- se pierde de lo que esas organizaciones culturales barriales y comunitarias pueden aportarle para salir de estas profundas crisis sociales y humanas, de estas inequidades educativas, de estas también violencias culturales o culturas de las violencias.
Hace unos meses, en una conferencia en Tegucigalpa a la que asistían ministros y los mayores comandantes de ejército y policía de Honduras, empecé preguntando quiénes escuchaban Rap. Se rieron. Volví a preguntar y les dije que era en serio la pregunta. 3 o 4 entre más de 200 levantaron la mano. Y les dije, entonces, que cómo diablos pretendían solucionar, o al menos enfrentar, los grandes problemas de violencias si no escuchaban a sus jóvenes en esas letras del Rap, en esa cultura toda del Hip Hop o de otras músicas urbanas. Que en esas letras, les dije, estaban escritas las historias de los barrios en los que las violencias tenían su máxima expresión. Que lo único que hacía falta era escuchar a esa juventud, ávida de decir, de contar, de narrar, de exigir, de ser escuchada, de proponer. O que, al menos, por ahí había que empezar: por saber que eso existía, y que en esas expresiones culturales había ya una clave para entender los conflictos y para las grandes intervenciones sociales, culturales, que permitieran construir caminos de convivencia.
Afuera de este recinto, en las calles de Mar de Plata, hay voces que poco escuchamos y que claman por ser escuchadas: Clandestina Weekend Nerd, Partido Pirata Argentina, H.I.J.O.S. Regional Mar de Plata, Asociación Realizadores Audiovisuales Mar de Plata, Grupo de Usuarios de GNU+Linux y Software Libre BAC, Semana de Arte Contemporáneo Mar de Plata, Yo VJ, 808m, Revista de Arte Contemporáneo Postal 7600, La Vaca Editora – Revista Mu, Directorio y Agenda Arte de Mar de Plata, Rock.com.ar, Revista DALE, Desde el Mar, Moderna, Papelnonos, Recooparte, Trimarchi, Ser Semillas y muchas otras voces, organizaciones, personas, experiencias, proyectos, intentos, realidades, esperanzas.
¿Qué pasaría si nos atreviéramos a escuchar esas voces, a descubrir sus proyectos, a entender sus propuestas, a apoyar decididamente sus acciones, a darle escala a sus realizaciones, a generar nuevas experiencias en muchos otros lugares a partir de esas sus experiencias particulares?
A lo mejor, solo a lo mejor, podríamos encontrar en esas voces y realizaciones de tantas organizaciones culturales barriales y comunitarias algunas, muchas, de las respuestas a la pregunta que nos hicieron para este Congreso Iberoamericano: ¿Cuál es el papel de la cultura en el fomento de la paz?
«Excitamos la guerra con música, con baile, con movilización y con reflexiones sobre nuestro actual proyecto de sociedad». Nepentes, grupo de rock, Medellín
Jorge Melguizo1
jorge@jorgemelguizo.com
http://www.jorgemelguizo.com
Comunicador Social – Periodista. Actualmente, coordinador de la Cátedra Medellín – Barcelona (Fundación Kreanta, Barcelona), colaborador de Plataforma Puente y de la Red Latinoamericana de Arte para la Transformación Social, y conferencista y consultor internacional en varios campos, en especial los de cultura, educación ciudadana, desarrollo social, gestión pública y política, y comunicación educativa.
Del 2004 al 2010 hice parte del grupo de directivos de la Alcaldía de Medellín en las Alcaldías de Sergio Fajardo y Alonso Salazar, como Gerente del Centro, Secretario de Cultura y Secretario de Desarrollo Social.