La metafísica nos dice que somos un microcosmos del universo. Eso significa que en nuestro interior poseemos hasta cierto punto todas las energías. En nuestros cuerpos físicos y sutiles radican todas las vibraciones de energía inherentes al universo. Esta vibración puede ser a la vez física y no física, implicando energías tangibles e intangibles. La mayoría de los seres humanos consideran que es más fácil percibir la naturaleza física de una vibración, que es más definible y tangible, como las cadencias en el aire a partir del sonido u otras fuentes. Pero las vibraciones que no son sensiblemente físicas también nos afectan y las notamos cuando se agudizan las percepciones.
Podemos estimular un gran número de vibraciones por simpatía en el interior de nuestro cuerpo y de nuestra mente aprendiendo a dirigir y controlar nuestra voz y utilizando ciertos instrumentos musicales, tono y clases de música. Donde hay desequilibrio, podemos utilizar el sonido dirigido para volver a los parámetros normales. Poseemos la capacidad de hacer resonar toda vibración de sonido o responder a ella, ya sea positiva o negativa. Debemos mantenernos alerta a los sonidos de nuestro entorno y fortalecer nuestras energías a fin de que sólo se filtren en nuestro campo de energía los sonidos beneficiosos.