Una nota de opinión de *Germán Jaramillo Duque
El acto de narrar oralmente, o de tener la facultad de decir de manera armónica y sugestiva, utilizando la voz, ha sido y es factor de acumulación de poder por parte de quienes están dotados de la gracia o don de la palabra, porque son más los que oyen que los que leen, no por voluntad sino por razones de conocimiento y de oportunidades. Usamos la expresión oral para contar lo que otros no recuerdan, o no saben, convirtiéndonos en excepcionales seres sociales por poseer la memoria de los acontecimientos de nuestro entorno, y el conocimiento; y empleamos la expresión oral, también, para retener al oyente y esculcar sin prisa sus ignorancias, sus pasiones, sus ilusiones, sus miedos, sus vergüenzas, etc., bien sea utilizando el discurso político directo, o el relato, que es un discurso político encubierto.
¿A qué juega, ahora, la narración oral? Es la primera pregunta que me hice cuando tomé la decisión de escribir estos apuntes, como un aporte al análisis del camino que está tomando la narración oral en la época contemporánea.
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